Son pequeños y amarillos. Simpáticos y adorables. Hablan un lenguaje incomprensible y se chiflan por las bananas. Son los minions, unas criaturas surgidas de la imaginación de dos directores franceses, Pierre Coffin y Chris Renaud, que se han convertido en un auténtico fenómeno de masas gracias a la película que cuenta sus andanzas.
Los conocimos hace un par de años como personajes secundarios dentro del film de animación Gru, mi villano favorito (2010), donde componían la fiel troupe del malvado protagonista. Una maldad un tanto sui generis, porque en realidad, las fechorías que cometían tanto ellos como su amo estaban revestidas de muchas dosis de candor e inocencia.
El impacto desde su primera aparición fue tan grande que lograron apoderarse de la función y fagocitar al carismático protagonista de la película, algo que volvieron a repetir en Gru, mi villano favorito 2.
«Los minions toman el testigo de esa tradición de secundarios carismáticos que acaban siendo unos robaescenas, como ocurría con los oompa loompas en Charlie y la fábrica de chocolate, los jawas en La guerra de las galaxias, los marcianos de la saga Toy Story o, más recientemente, los pingüinos de Madagascar», cuenta Ciro Altabás, profesor de animación y videojuegos en la de la Universidad Europea de Madrid y experto en cultura minion.
La avasalladora empatía que ha generado en el público ha terminado por convertirlos en un nuevo icono del siglo XXI. Y ahora ya tienen su propia película en solitario para demostrar que no tienen que servir a nadie para ser los auténticos reyes de la taquilla.
Pero… ¿cómo, por qué ha surgido esta fiebre minion? Visualmente son muy llamativos y reconocibles. Están dibujados con muy pocos trazos. Un minion es la unión de dos colores primarios, azul y amarillo. Y este último es muy atractivo en el mundo de la animación. Además, son muy fáciles de dibujar. Cualquier niño puede pintar un minion y que le salga relativamente bien, y eso es un gran punto del marketing.
Borja Crespo, cineasta y teórico del cómic, los compara con los pitufos «Es curioso, porque los minion quieren estar siempre con un malo, pero en realidad sus acciones son de lo más ingenuas e inofensivas. Son pequeños supervillanos incapaces de serlo, y eso crea una moraleja para los niños. Además, a ellos les encantan porque son un poco tontos y se ríen con sus torpezas».
Uno de los aspectos más curiosos de la película de los minions es que, a parte de la voz narradora, el resto del metraje lo podríamos considerar dentro del cine mudo, ya que el lenguaje que utilizan los bichitos amarillos resulta incomprensible. Se trata de una mezcla de idiomas (inglés, francés, italiano, español e incluso hebreo) que termina resultando universal, «incluso recuerda a los balbuceos de un bebé», matiza Altabás. Esto provoca que, al no utilizar el diálogo, nos enfrentemos a una comedia muy física, de forma que puede entenderse a la perfección por los más pequeños. «Visualmente es muy potente e imaginativa», continúa Crespo. «Es como trasladar el humor de Chaplin o Buster Keaton al cine de animación actual, con gags continuos y el uso del slapstick».
Lo cierto es que los niños disfrutan con ellos, pero también los adultos se han adherido a este fenómeno inundando las redes con memes y cuentas de Instagram, Facebook y Twitter. Un auténtico fenómeno social que se ha convertido en la sorpresa de este año, introduciendo a los los minions por la puerta grande de la cultura popular de nuestro tiempo. Que tiemble Hello Kitty.
Vía: Beatríz Martinez.