En la Argentina, la devaluación del peso puede ser un nuevo empuje para la presencia internacional de los vinos argentinos. Sin embargo, y pese a ser el quinto productor del mundo, la Argentina no ha tenido una agresiva política de promoción de sus vinos en el exterior, que se demuestra en los magros porcentajes de participación en los mercados más importantes del mundo. Por ejemplo, los vinos argentinos representan sólo el 1% de las importaciones del Reino Unido, considerado como la vidriera del mercado mundial, mientras que los vinos chilenos representan el 8% de las compras de los británicos.
Desde hace más de una década, Chile ha llevado a cabo una política agresiva de marketing y promoción en todo el mundo, incluyendo avisos en los medios de comunicación más importantes, que ha convertido al vino chileno en una marca reconocida por los consumidores. Es usual que al recorrer un supermercado en Nueva York o Chicago, uno se encuentre que el sector de vinos se encuentre dividido entre franceses, italianos, americanos, alemanes, australianos y chilenos. Pero, al final, esta división siempre incluye un sector de representantes de otros países. Es allí donde encontraremos a los vinos de nuestro país.
Claro que no todas son malas noticias. Los expertos más importantes del sector acuerdan en la opinión de que nuestro país es un gigante dormido. La producción vitivinícola en Argentina goza de las mejores condiciones para desarrollar vinos de la más alta calidad, por lo que con una política continuada de promoción, en unos años, nuestros vinos estarán ocupando un lugar de privilegio. Una muestra de la calidad alcanzada por las más de 60 bodegas exportadoras de nuestro país, es la cantidad de premios obtenidos en las ferias más importantes del sector, como Vinexpo y la London Wine, durante los últimos años.
El Malbec argentino es hoy reconocido como el mejor del mundo. Esta uva tinta, originada en Francia, ha encontrado en nuestras tierras el lugar ideal para su desarrollo. La temperatura, la altitud, la lluvia, el sol, el aire y la tierra se combinan armoniosamente para que el Malbec argentino sea un producto único y envidiado, tanto por los productores tradicionales de Europa (Francia, Italia, España, Alemania), como por los vitivinicultores del nuevo mundo (Chile, Estados Unidos. Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda).
En palabras de Jancis Robinson, en un reciente artículo del Financial Times, la Argentina tiene una serie de ventajas. Los australianos matarían con tal de tener la misma cantidad ilimitada de agua de riego de buena calidad. Los chilenos, demasiado dependientes de un puñado de cepas tintas de Burdeos, envidian profundamente las variedades de sus vecinos. Mientras los franceses (muchos de los cuales, como LVMH, Pernod Ricard y los Laffite Rothschild, tienen ahora intereses en la Argentina), deben envidiar la libertad de controles y restricciones del sector. Todo lo que los vinos argentinos necesitan ahora es un poco de ayuda, y los tintos de 1999 y 2000 se ven muy apetitosos.