Costo y beneficio del cambio
La realidad nos obliga a adaptarnos permanentemente a los cambios que vivimos. Las crisis económicas, políticas y sociales que enfrentamos hacen que estos cambios sean más profundos. Una visión positiva frente al cambio es uno de los componentes más importantes para saber enfrentarlos.
Cambio de empresa! ¡Cambio de estrategia Comercial! ¡Cambio de dueños en la empresa donde trabajo! ¡Cambio de amigo!¡Cambio de jefe! ¡Cambio de empleado!¡Cambio de casa! ¡Cambio de país!
La lista, innumerable y agotadora, se extiende fácilmente hasta la última página de esta revista. Cada uno de nosotros puede hacer un breve ejercicio: pensemos solamente en todos los cambios que debimos enfrentar durante el año 2000, tanto en el orden profesional como personal.
Del balance podremos salir más o menos contentos, teniendo en cuenta cómo nos adaptamos a los cambios.
Si estamos de acuerdo en que la realidad es «blanco móvil», para acertar es imprescindible cambiar de posición. ¿Qué pasaría si un pescador siguiera en el mismo lugar con su anzuelo, a pesar de que el cardumen se haya desplazado a otro sitio? Cambiar significa modificar una situación para lograr un objetivo.
Cambiar por cambiar no tiene ningún sentido. Si hay un factor que define claramente la era que nos toca vivir, es precisamente el factor de cambio. Y el constante desafío en relación al cambio está en nuestra gran capacidad o incapacidad para adaptarnos a él.
Personalmente creo que el éxito en las organizaciones y en las personas se relaciona directamente con la capacidad de adaptarse a los cambios, entendiendo por éxito el logro de los objetivos que cada uno se plantea a nivel personal y en la empresa. Y asumiendo que los cambios, cuando dependen de nosotros, sólo se realizan cuando existe una verdadera necesidad.
El miedo a lo desconocido
Sin embargo, el cambio tiene su costo y, naturalmente, genera resistencia, temor a lo incierto, a lo desconocido. Es que muchas veces nos vemos forzados a recorrer un camino distinto, sin tener la certeza de quedar finalmente mejor ubicados frente a la realidad. Esto explica la resistencia que oponen quienes temen que el cambio ocurra para peor, y deben sortear la barrera que implica asumir el riesgo.
Cuando la decisión del cambio no depende de nosotros o está impuesta por fuerzas que nos trascienden, éste es irreversible y lo único que podemos hacer es enfrentarlo con una actitud positiva, actuando de tal forma que atenuemos el costo, para aprovechar al máximo los beneficios.
Personalmente siempre me fascinó el cambio, un factor que estuvo presente en mi vida en todos los órdenes. A él he debido adaptarme permanentemente con la flexibilidad suficiente para vivirlo con naturalidad y para que se incorporara a mi vida de manera sencilla.
Sería poco serio decir que todos los cambios son iguales e implican el mismo nivel de energía.
Desde ya que los cambios más importantes para cada uno son los que más miedo generan. Sin embargo, en lo personal, me resultó muy útil hacer el análisis previo, en tiempo y forma, para evaluar el camino a seguir. Pero, una vez que esa decisión está tomada, trabajar intensamente para operar el cambio, confiando en que detrás se encuentra una realidad mejor que nos está esperando. Esa convicción hace que el costo del cambio sea menor Y, si acaso nos equivocamos, siempre tendremos la posibilidad de encontrar un camino alternativo.
¿Quién se ha Llevado mi queso?
En relación a este tema, mientras buscaba algo entretenido para leer, encontré en la librería Yenny un librito del que ya me habían hablado, que se llama «¿Quién se ha Llevado mi queso?» del autor Spencer Johnson. Tan cortito que creo que lo leí en un semáforo y sin embargo, muy profundo, y que plantea la dinámica del cambio.
La historia trata de cuatro personajes dos de ellos eran ratones y los otros dos personitas del tamaño de los ratones. Los cuatro corrían dentro de un laberinto en busca del queso (el queso es lo que cada uno busca en la vida o en la empresa que le da satisfacción), que los alimentaba y los hacía felices. Cuando encontraron finalmente el queso, los cuatro personajes disfrutaron de él por largos años. Sin embargo, con el paso del tiempo, el queso comenzó a agotarse hasta que se terminó. Sin dudarlo, los ratones (que no podían intelectualizar demasiado la situación) se lanzaron a buscar más queso dentro del laberinto.
Las personitas se sintieron paralizadas frente a la situación; no podían creer que el queso se hubiera terminado, que eso es estuviera pasando a ellos y tenían miedo de dejar el refugio seguro y conocido (la central quesera), ya que sabían que el camino sería arduo, y nadie les garantizaba un final feliz.
Los ratones, luego de mucho buscar, encontraron un nuevo queso, que aunque era diferente, les daba iguales o mayores satisfacciones. Las personitas no tomaban la decisión de emprender el cambio, y se desgastaban cada vez más entrando en un círculo vicioso que no les permitía asumir una realidad que era inevitable. Sólo al borde de la desesperación fue que una de las personitas decidió ir por el queso ingresando nuevamente al laberinto. Y luego de una búsqueda intensa, logró finalmente su resultado: encontrar el nuevo queso, con la sorpresa de que sus amigos ratones ya lo habían logrado mucho antes que ellos y sin pagar un costo tan alto durante el proceso.
Estas son algunas reflexiones finales en tomo a este tema tan profundo:
– El cambio es un factor inevitable.
– El cambio puede preverse y actuar con mejor manejo del tiempo y de la situación.
– Necesitamos estar siempre alertas a las señales indicadoras del cambio.
– Debemos saber que cl cambio es parte natural de la vida.
– Cuanto más rápido nos adaptemos al cambio menor será el costo de enfrentarlo.
– Cambiar es bueno. Por eso, cuando la situación cambie, nosotros debemos acompañar el cambio.
– Disfrutar del cambio y tener conciencia de que tenemos que estar preparados para el próximo cambio. De eso se trata la vida.
Cecilia Luchia-Puig