V. Principios de una conclusión
El presente trabajo se inscribe dentro de un esfuerzo dirigido a abrir el camino hacia una revisión epistemológica que permita el estudio crítico de los principios, las hipótesis y los resultados de las ciencias administrativas en relación a las necesidades del management para las organizaciones del siglo XXI.
Por su incursión en territorios transdisciplinarios, su lectura supone la predisposición a ampliar el punto de mira: así como es común en la jerga de las profesiones relativas a la salud mental hablar de una escucha analítica, sea permitido sugerir la existencia de una escucha numérica a la que podrían resultar proclives las profesiones de ciencias económicas. Si esta hipótesis tuviera sentido, muchos cuestionamientos podrían formularse ante el atrevimiento de un enfoque que propone una dimensión cualitativa ligada al comportamiento de personas, grupos y organizaciones en el marco de un sistema que los vincula. Podría afirmarse que la cuestión excede las incumbencias de estas profesiones. O bien que no existen normas técnicas que permitan el control, del ejercicio profesional en esas disciplinas. O, más aun, que las prácticas de los mismos nunca debe ir más allá del asesoramiento sobre los aspectos patrimoniales y financieros de dichas entidades.
Todas las objeciones anteriores – en caso de ser formuladas- resultarían ciertas si las ciencias de la administración tuvieran como ámbito de aplicación contextos cerrados, sin influencia ni interacción con el ambiente. Pero el ejercicio del profesional en ciencias económicas lo vincula no sólo con los resultados económicos de las transacciones, sino también con las personas que las producen. Y – como hemos visto el comportamiento estratégico y los resultados que se obtienen están fuertemente ligados. De allí que al arribar al punto de las conclusiones es inevitable incluir (siguiendo a PLATON) tanto la episteme- el saber, como la doxa, la opinión.
Sobre el saber diremos que hay dimensiones ausentes en la formación del profesional en ciencias económicas; y por consiguiente ausentes en la porción de actividad social que el mismo desarrolla. Formado a través de una óptica que mira a la organización desde una perspectiva lateral, el profesional en ciencias económicas ve subsistemas jerárquicamente ordenados en derredor de organigramas piramidales y convencionales.
Pero el mundo de las organizaciones parece estar cambiando.
Los modelos participativos de operación y de gestión aparecen por aquí y por allí. El fenómeno es universal: no lo delimitan fronteras ideológicas ni idiomáticas. Los viejos modelos de raigambre mecanicista resultan anacrónicos, y las concepciones organísmicas ceden paso progresivamente a una comprobación generalizada: la participación mejora los resultados. El gran descubrimiento de los enfoques de excelencia y calidad total puede resumirse en esa sola frase. Y así como nuevas propuestas para los sistemas de producción y consumo (regionalización de los mercados) implican el derrumbe de bibliotecas enteras atestadas de textos técnicamente correctos pero históricamente anacrónicos: nuevas organizaciones requieren tratamientos avanzados que las preparen para y las ayuden a crear su futuro.
Es hora de comenzar a ver las organizaciones también como sistemas de comunicación interhumana. Desde un punto de vista profesional, es necesario desplazar el punto de mira del observador: ir desde la perspectiva lateral, a la perspectiva aérea o del ojo del pájaro (9). Vista desde esta perspectiva, cualquier situación se presenta como un sistema de interacciones en el que intervienen -por lo menos- cuatro elementos:
· personas: los seres humanos que intervienen en la situación específica;
· resultados: los que esperan obtener como fruto de su interacción;
· cultura: la combinación de normas, sentimientos actitudes, principios,
productos y tecnología propios de la identidad de cada organización;
· calidad de proyecto: la que la organización pueda lograr mediante la interacción de los tres elementos anteriores, con la intervención profesional adecuada.
Si bien los primeros tres elementos resultan claramente comprensibles. es conveniente precisar los alcances de la calidad de proyecto:
Todo sistema-organización maneja un determinado nivel de calidad en la realización de sus operaciones. La calidad se mide por el grado en que su producto satisface las necesidades tanto de los destinatarios del mismo como de quienes intervinieron en su producción.
Un sistema de alta calidad genera productos excelentes, así como el máximo desarrollo del potencial humano de las personas que lo integran.
Pero la calidad del proyecto no está determinada por las condiciones en que se desenvuelve la operatoria del sistema (son condiciones necesarias pero no suficientes). Lo que determina la calidad del proyecto es la lógica dominante en el sistema de nivel superior -el metasistema- responsable y regulador del sistema operativo y de sus resultados. Es allí donde se aplican las conceptualizaciones desarrolladas en este trabajo.
A modo de cierre invitaremos a reflexionar sobre este aspecto de la resolución entre profesional y organización. Una labor adecuada sobre los códigos del metasistema mejora extraordinariamente el desempeño del sistema total y el de los subsistemas que lo integran. Vale la pena incorporar el enfoque con la misma convicción con que se adopta un sistema informático computadorizado.