Este artículo, enmarcado en conceptos avanzados del management, plantea la necesidad de efectuar más preguntas para hallar caminos alternativos, con propuestas adecuadas a las nuevas realidades.
Descarta 1a utilización de herramientas atribuyéndoles valor por sí mismas. Propone un marco teórico-conceptual, indaga sobre las relaciones entre la conformación, la percepción, y el manejo de ambas por las personas que integran la conducción.
I. Introducción
1.1. Presentación del tema
El siglo XX ha presentado el escenario para el desarrollo de las ideas sobre las organizaciones. Desde su identificación como objeto de interés científico, estos entes -organizaciones empresarias y asociaciones sin fines de lucro- motivaron sucesivos esfuerzos de investigación y comprensión, que dieron lugar a escuelas filosóficas y teóricas sobre las que se estructuró la enseñanza de la Administración.
Un rasgo reservado a las postulaciones tradicionales fue el criterio de validación establecido para las ciencias sociales por el positivismo. Esta escuela filosófica (en particular el empirismo lógico) sostiene que las proposiciones sólo tienen sentido si son verificables (principio de verificabilidad); lo cual significa que pueden ser comprobadas mediante los sentidos de cualquier observador. La aplicación del principio de las ciencias de la Administración convalidó, como criterio de legitimidad para la evaluación de los resultados de las organizaciones, la dimensión cuantitativa, con prescindencia de cualquier inferencia subjetiva. El foco de atención se centró en los informes numéricos que expresan la realidad de la organización.
Paralelamente, la necesidad de especialización de profesionales en áreas funcionales específicas (producción, comercialización, finanzas etc.), fue produciendo visiones sesgadas del fenómeno organizacional. Estas perspectivas fragmentarias, reduccionistas (1), fueron prevaleciendo paulatinamente sobre la comprensión de las organizaciones como totalidades. Muchas de las técnicas desarrolladas apuntan a aspectos parciales, prescindiendo de las consecuencias que su implementación produce sobre las restantes áreas.
La referida confluencia del enfoque cuantitativo y la segmentación del conocimiento ha resultado en la pérdida de notables oportunidades para:
a) redefinir conceptualmente, y
b) permitir una mayor comprensión del comportamiento estratégico de las organizaciones.
Lo expresado se traduce en la limitada producción de aportes innovadores en el campo teórico mientras permanece constante la preocupación por encontrar técnicas y herramientas. Se tiende a renunciar a explicar el qué, el porqué y el para qué del estado de cosas, interesándose únicamente en el cómo y el cuánto. Adicionalmente, es aún escasa la incorporación de los avances científicos en el tratamiento de los problemas organizacionales; con lo que el repertorio de técnicas efectivamente utilizadas en gran parte de nuestra práctica queda acotado al conjunto de las ya probadas y conocidas.
Sin embargo, el hecho de atravesar – como sociedad y como comunidad de profesionales- un periodo de turbulencia, crisis y fermento social, provee la posibilidad de comenzar a revisar las posiciones doctrinarias más rígidas. A pocos pasos del siglo XXI, es necesario examinar visiones más flexibles y menos convencionales. La preocupación por comprender lo que sucede – y lo que nos sucede- aparece en un marco intelectual y científico donde el pensamiento en términos de realidades múltiples ha ido ganando terreno.
La relativización de los resultados de sucesivas propuestas de anticipación normativa respecto del estado futuro de nuestras organizaciones, atenua la necesidad y disminuye el empeño habitual de proponer la solución óptima. Esto permite que en su reemplazo se elaboren ensayos que -como el presente- tienen por objeto abrir la cuestión y detectar preguntas nodales más que responderlas.
1.2. Los antecedentes
La búsqueda científica dirigida a comprender el comportamiento estratégico de las organizaciones adquirió un desarrollo intensivo durante la segunda mitad del presente siglo.
El foco de interés se centró en una pregunta:
«¿Cuál es la lógica que subyace al proceso de formulación de políticas y estrategias de las organizaciones, en su esfuerzo por adaptarse a las condiciones del ambiente externo?»
Los avances producidos en los nuevos territorios científicos, tales como los enfoques cibernéticos sistémicos y cognitivos; los estudios de casos mediante roles participante-observador y, en términos genéricos, la integración de los métodos cuanti y cualitativos para el relevamiento y comprensión de las interacciones simbólicas entre los miembros de las organizaciones, enriquecieron enormemente la búsqueda.
El significativo progreso conceptual y metodológico producido en la integración transdisciplinaria, particularmente entre la filosofía, la psicología, la inteligencia artificial, la lingüística, la antropología y la neurociencia; dio impulso a un nuevo empeño por encontrar respuestas a antiguos interrogantes epistemológicos sobre la naturaleza del conocimiento humano. Las ciencias cognitivas, al abordar e integrar conocimientos matemáticos, computacionales, neurológicos, cibernéticos, informáticos y neuropsicológlcos, produjeron un reservorio descomunal de aportes para la conceptualización de las organizaciones humanas y de su comportamiento orientado al logro de fines.
La teoría general de los sistemas, que surgiera a su vez como fruto de la necesidad de desarrollar un paradigma unificado para abordar fenómenos complejos que eran objeto de estudio de varias disciplinas, permitió integrar el campo por encima de las perspectivas aisladas de cada una de ellas.
Las implicancias de estos desarrollos científicos para las ciencias de la Administración aun requieren la construcción de una estructura filosófica y metodológica consistente para el desarrollo y evaluación de hipótesis, teorías, leyes, modelos y postulados.
Mientras tanto, es necesario comenzar a compartir una estructura conceptual que permita a los profesionales de esta disciplina la traslación y comunicación de conocimientos y reconocimientos fácticos y aun intuitivos, así como nuevos hallazgos en su interacción con los problemas organizacionales. Un espacio particular queda reservado para los comportamientos estratégicos en épocas de crisis.
Por el momento, cabe señalar que la teoría general de los sistemas provee una metodología comprensiva, originada en las ciencias naturales, que puede ser utilizada para comunicar reflexiones sobre muchos y variados aspectos de la vida de las organizaciones.
«Cabe señalar que no debe reducirse este marco conceptual a los sistemas de información computarizados ignorando el aspecto complementario de los sistemas de comunicación interpersonal. Mientras que los primeros se relacionan con el movimiento de datos de un lugar a otro de la organización, los segundos se refieren al modo en que dichos datos se convierten en información, es decir, resultan de utilidad a las personas para modificar su comportamiento».