Cada empresa acaba por construir su imagen en función de ciertos valores, independientemente del sector en el que se mueva. Se apuesta por vender cuestiones como «profesionalidad», «eficacia», «innovación», etc. Pero estos valores luego tenemos que tratar de consolidarlos y reflejarlos en nuestro día a día en el trato con los clientes, que sea parte de nuestra imagen de empresa.
Por ejemplo, si estamos asociando la imagen de nuestra empresa a un valor como la eficacia o la profesionalidad y nos hemos comprometido con un cliente a entregar un trabajo para un plazo determinado tenemos que entregarlo en la fecha estipulada. No sirven las excusas ni apelar a ciertos inconvenientes.
En otras ocasiones nuestra empresa vende conocimiento y experiencia, tenemos que estar al día de todas las novedades de nuestro sector, anticiparnos a las necesidades de nuestros clientes, para tener la respuesta a sus demandas antes de que llegue el momento en que estos necesiten de sus servicios.
Si vendemos tecnología o innovación, no podemos estar tomando notas en papel o utilizar el fax como forma de comunicarnos con los clientes. Tenemos que proporcionar soluciones que faciliten la operativa apoyadas en nuestro conocimiento de la tecnología y sus posibilidades.
En definitiva, tenemos que ser consecuentes y que la imagen de nuestra empresa acabe por reflejar los valores que nos hacen lograr la confianza de nuestros clientes. De poco nos servirá tener un iMac en el mostrador de nuestro negocio si luego la factura la entregamos a mano con un bloc de doble hoja de los tradicionales.
Vía: pymesyautonomos.com