Del libro “Los 88 Peldaños del Éxito” de Anxo Pérez, CEO de 8Belts.com, se relata la siguiente historia que nos enseña que no siempre lo deslumbrante es estable o que el brillo de lo bello nos ciegue ante las virtudes de lo bueno.
«Llegó el día en que Chema y Julián se dispusieron a dar la vuelta al mundo por mar. Chema provenía de una familia muy humilde, pero era un chico inteligente, tímido, modesto y de gran integridad cumpliendo siempre con todo aquello que prometía. Si se proponía algo, hacía todo lo posible hasta conseguirlo».
«Mientras que Julián era un chico también listo, proveniente de una familia adinerada, que también siempre conseguía lo que se proponía, pero no siempre de las maneras más éticas. Era encantador y carismático a primera vista, pero se dirigía a la gente como un ego superior y, en lugar de comunicar palabras, transmitía órdenes».
«Para realizar su sueño de dar la vuelta al mundo por mar, Chema juntó sus ahorros y compró un pequeño barco de vela de espacio reducido y que no contaba con grandes comodidades, pero era robusto y seguro».
«Julián, en cambio, se compró un transatlántico que parecía una ciudad flotante con catorce cubiertas, dos piscinas, gimnasio, tres discotecas, cine, sauna, varios restaurantes y numerosas cafeterías. El barco que había sido diseñado para impactar, pero sólo tenía un problema: contaba con un minúsculo agujero en la parte inferior del casco».
«Algunos días de haber zarpado, el transatlántico de Julián y toda su grandiosidad se hundían en medio del Pacífico. Chema y su velero, en cambio, llegaron a puerto y cumplieron su cometido».
Moraleja
Si bien es cierto que el transatlántico de Julián era deslumbrante, lo cierto es que fue endeble. El velero de Chema, fue modesto pero robusto. Si Chema cumplió su objetivo es porque entendió que el éxito no está en lo deslumbrante, sino en lo duradero.
Así que para los emprendedores, esta fábula aplica a la persona con la que se va a ser socio con el que se va a montar un negocio de éxito (o de fracaso), a los ejecutivos que se vaya a contratar (o despedir), al estilo de vida en el que uno se va a embarcar (o desembarcar).
De cada uno de ellos hay que preguntarse: ¿me deslumbrará más en la salida o en la llegada? No hay que decantarse por la opción más atractiva o impactante en detrimento de la más perdurable. Se debe elegir a Chema y rechazar a Julián, a fin de no pasar por alto lo duradero en beneficio de lo atractivo.