Los datos dados a conocer la semana pasada por las autoridades económicas japonesas confirman que Japón, con cuatro trimestres consecutivos de contracción económica, se encuentra en su peor recesión desde la II guerra mundial, y el único sector de la economía que muestra indicios de vitalidad son las exportaciones, con lo cual, en vista de la información poco alentadora respecto a la economía estadounidense, las expectativas para esta actividad tampoco son alentadoras.
Los datos preliminares para el primer trimestre de este año habían arrojado datos de crecimiento del 1.4% (5.7% anualizado), sin embargo al revisarse estos datos aplicando una nueva metodología de cálculo, más ajustada a la realidad, se obtuvo crecimiento chato (0.0%) para el mismo período.
Estas cifras de actividad económica, sumadas a la aprensión generalizada que despierta la situación del sistema bancario, sepultado bajo una montaña de deudas incobrables, contribuyeron a que los índices de la Bolsa de Tokio (TSE) cayeran ayer a su nivel más bajo de los últimos 19 años: el índice Nikkei cayó un 3.2% cerrando a 9.217, su nivel más bajo desde el 19 de septiembre de 1983 (9.141,25).
La caída del TSE tuvo repercusiones en los mercados globales, aumentando la preocupación por la desaceleración sincronizada y poniendo de manifiesto la incertidumbre de inversores a medida que se acerca el aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre.
La situación de los bancos, que mantienen buena parte de sus activos en acciones, es particularmente preocupante ya que la caída de la TSE erosionará sus bases de capital.
Muchos bancos tienen tasas de activos/capital apenas por encima del 8% reconocido internacionalmente. La especulación en torno a la deficiencia de capital de los bancos podría crear una espiral de descendente para las acciones de los bancos.