La incorporación del Reino Unido a la zona del EURO es uno de los desafíos políticos más importantes que tiene el Gobierno de Tony Blair. Si bien el Nuevo Laborismo no oculta su intención de sumarse a la iniciativa monetaria europea, la tradicional resistencia de la opinión pública – y algunas diferencias en el seno del Gabinete respecto del «timming» de la eventual incorporación – llevó a «enfriar» dicho entusiasmo durante el primer mandato de Blair.
Algunos estiman que el Gobierno podría convocar el anunciado referéndum sobre el EURO a mediados del presente período parlamentario 2001-2005. Una situación económica favorable y la lejanía de elecciones generales indicarían tal momento como el propicio para saldar una cuestión polémica.
En días recientes se conoció una encuesta – producida por una consultora próxima al Gobierno (sus fundadores son los principales asesores de Blair en materia de imagen y opinión pública) respecto del apoyo público a la entrada del Reino Unido al EURO.
La misma demuestra que la diferencia, entre quienes apoyan la iniciativa europea y aquellos que se oponen, se ha estrechado. Un 41% está por el SI, mientras que un 55% por el NO. Los guarismos de hace dos meses eran 28% y 59%, respectivamente.
Por otra parte, la encuesta sugiere que la brecha podría reducirse a solo un 3% si el Secretario del Tesoro Gordon Brown anunciara que se han cumplido los cinco pruebas macroeconómicas que el Tesoro definió como etapa previa para habilitar la convocatoria del plebiscito. Los autores de la encuesta concluyen que, con una estrategia clara, el debate es «ganable».
Diversos actores comenzaron a presionar al Gobierno para que lance una activa campaña pro-EURO y convoque al plebiscito. El líder de los liberal-demócratas, Charles Kennedy, e importantes dirigentes empresariales se han unido en este reclamo.
Los conservadores, por distintas razones, también han sugerido que el gobierno comience el debate. Estos piensan que la cuestión puede polarizar a la opinión pública y confían en que será posible capitalizar en su favor la tradicional desconfianza del electorado sobre el EURO.