Esta es una historia que tener en cuenta al momento cuando se traten temás relacionados al éxito y el fracaso, el morir y el renacer o el caer y el levantarse en la vida de todo emprendedor.
Se cuenta que había un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el equino se escapó a las montañas y cuando los vecinos se acercaron para condolerse por su mala suerte y lamentar su desgracia, el granjero replicó:
-¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Yo no sé.
Los vecinos se alejaron sin entender lo que quiso decir.
Pasada una semana, el caballo regresó hambriento de las llanuras trayendo consigo cuatro caballos salvajes que ingresaron al corral del granjero por lo que los vecinos fueron a felicitarlo.
-Nos equivocamos la vez pasada. En realidad qué buena suerte que se haya ido y mejor suerte que haya regresado el caballo acompañado por cuatro más.
El granjero respondió de nuevo:
-¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? Yo no sé.
Pero los vecinos seguían sin entender. En esa semana, el hijo del granjero intentó domesticar a uno de los caballos salvajes, pero fue aventado al aire y al caer se rompió ambas piernas. Claro está que todo el pueblo consideró el hecho como una desgracia. Sin embargo, el granjero dijo una vez más:
-¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? Yo no sé.
Unos días más tarde llegó el ejercito a reclutar a todos los jóvenes, porque el país se había declarado en guerra. Al ver al hijo del granjero con las piernas rotas, no lo llamaron.
-Perdónanos –dijeron los vecinos-, bendito el caballo salvaje que le rompió las piernas a tu hijo. Felicitaciones por la buena suerte de las dos piernas rotas.
El granjero expresó lo mismo:
-¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? Yo no sé, sólo puedo decir que tuve un caballo, lo perdí; regresó con cuatro más y tuve cinco; mi hijo se rompió las piernas y no pudo ir a la guerra por esa razón, pero no sé si es buena o mala suerte, sólo sé que así sucedió en mi vida.
Los vecinos se quedaron igual, sin entender absolutamente nada.
Moraleja
La vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno, malo. Así que lo mejor es esperar siempre el día de mañana y estar atento a las cosas porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas.
Y es que muchas veces lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser un disfraz para el bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañino. Así pues, es sabio que se deje al tiempo decidir lo que es buena suerte y mala suerte, agradeciendo lo bueno que se tenga en el futuro.