En un almuerzo con ejecutivos de una gran corporación productora de insumos genéricos hablamos sobre la necesidad de generar cambios en la organización en búsqueda de nuevas áreas de actividad.
Dichos gerentes me comentaban la dificultad que tenían de hacer ver a la alta dirección la necesidad de modificar su matriz de producto y perfil de ventas. Una realidad de alta rentabilidad y ventas estables habían conformado una trampa donde la decisión quedó anquilosada por efecto de la seguridad que brinda la estabilidad.
Es demasiado común escuchar entre empresarios y gerentes la necesidad de encontrar el equilibrio entre las distintas variables que conforman su realidad tanto interna como externa y que deben inevitablemente sopesar, dominar o al menos, intentar que sus efectos no sean perjudiciales para la organización.
Dicho de esta manera parecería que la frase encierra el devenir de todo administrador en su fragor cotidiano, no obstante, esto encierra un error conceptual que se traduce en los actos de muchos.
Cuando se menciona desear y buscar el equilibrio se está expresando el deseo y necesidad de encontrar un cierto grado de estabilidad en las fuerzas que componen el contexto (interno y externo).
“Estabilidad es una noción física y/o química asociada a la capacidad de un cuerpo de mantener su estado o su composición inalterados durante un tiempo relativamente prolongado”.
En otras palabras, se está hablando de la capacidad de mantener una configuración dada frente a las distintas acciones o situaciones externas que puedan presentarse.
Esta estabilidad representa el deseo del cerebro por ubicarse en una situación donde las variables no se vean alteradas y con ello no se verse ante la necesidad de trabajar neutralizando o en su defecto, analizando la potencialidad de los efectos que de ellas o de la conjunción de las mismas se genere.
Todos y por supuesto me incluyo, deseamos la tranquilidad que representa el saber que todo está donde debe estar y que uno se encuentra resguardado de sorpresas desagradables.
Todos queremos dormir esa amable, cálida y reparadora “siesta”, no obstante, lo cierto es que la estabilidad mencionada y denodadamente buscada por la mayoría de los gerentes y titulares resulta una quimera e incluso una búsqueda que de alcanzarse hasta es potencialmente riesgosa para la firma.
Simplemente piense que todo y en todo momento está en movimiento. Su cuerpo cambia minuto a minuto con células que mueren y otras que nacen generando cambios que van desde su peso y el grosor de sus huesos hasta procesos de sanación o de enfermedad.
Igual sucede con el clima, sus hijos y todo lo que esté dentro de la realidad conocida por el hombre.
Más allá de ello también tenga presente que, salvo en las economías centralizadas (gobiernos totalitarios donde el estado –supuestamente- define la acción de las variables económicas), en una economía libre se instala la competencia entre empresas y esto significa una multiplicidad de hombres y mujeres pertenecientes a un sinnúmero de organizaciones que están pensando y obrando minuto a minuto en pos de superar su estatus quo para logra mejoras en éste y ello muchas veces incluye desalojarlo del suyo o al menos reducir su espacio vital.
Consecuentemente, en un mundo donde la realidad biológica cambia sin poder si quiera evitarlo y donde la competencia es un hecho innegable y en crecimiento ¿se puede suponer que mencionada estabilidad o equilibrio es una situación posible?
De ninguna manera puede ser una realidad e incluso hasta ni es deseable. ¿Tampoco deseable? No, tampoco.
Hay dos cuestiones a tener en cuenta. La primera de ella es que lo que todo administrador debe bregar por lograr es la armonía entre las distintas variables y esto dista de vincularse con el equilibro.
Mientras este último se refiere a una situación de estabilidad, por tanto, donde el fin pretendido es justamente el mismo equilibrio; la armonía presupone un estado dinámico de ajuste recíproco sin que esto altere el objetivo principal que bien puede ser absolutamente ajeno al ente.
La armonía entiende de sumar y compensar sin renunciar a los objetivos pre-determinados haciendo uso de sinergias y capacidades cambiantes. La armonía entiende de sumar y de esto se trata la segunda de las cuestiones.
Tal como lo plantea el filósofo de empresa; creador del método Kaizen (mejora continua) Masaki Imai, todo “lo que no suma, resta”. Dado que vivimos una realidad en movimiento y que por definición no hay posibilidad de lograr el “equilibrio”, la “estabilidad” y la quietud, esto conlleva invariablemente a tener que sumar para simplemente quedarse donde uno se encuentra.
En otras palabras, para poder mantener el estatus quo se debe actuar a igual velocidad que la mayoría de las variables en juego o si se quiere competidores. De proceder a menor velocidad simplemente se estaría perdiendo posiciones o en otras palabras, restando posibilidades futuro.
De esta manera queda claro que todo administrador eficiente está obligado a llevar a cabo acciones que denoten un crecimiento igual o mayor que el de su contexto so pena de llevar a la organización que dirige a un espiral descendente y que implique inexorablemente la desaparición de la misma.
Consecuentemente, por simple deducción, todo aquello que no implique sumar en cuanto al crecimiento organizacional, desarrollo competitivo, calidad de producto y servicio, innovación, posicionamiento, etc. indiscutiblemente pasa a ser un factor que resta, que merma la capacidad de supervivencia del ente.
La competencia implica movimiento y la velocidad de éste define un proceso de selección natural del mercado donde solo aquellos que logran al menos mantener el ritmo pueden aspirar a la subsistencia y los pocos que superen dicho ritmo intentar el liderazgo.
En una organización no existe el equilibrio en relación a las variables o factores donde esta se encuentra inserta. No es posible el lograrlo más allá de ciertos y puntuales momentos donde las variables coinciden brindando la ilusión de dicha estabilidad.
Retrotráigase a 30 o 29 años atrás y vea todos los cambios tecnológicos desde los más simples como los evidenciados en la computadoras o celulares o los avances médicos, también vea como empresas que no conocía han tomado el liderazgo y otras que ostentaban dicho lugar han desparecido o relegado.
Analice la velocidad de los acontecimientos y verá que la innovación y la competencia se imponen por encima de lo que Ud. puede suponer, de hecho, mientras lee este artículo ya hay nuevos avances y nuevos proyectos empresarios que seguramente impactarán sobre la vida de todos.
Deje de desear la tranquilidad que supone el equilibrio o estabilidad pues esa fantasía puede llevarlo a una paz mucho más profunda que es la de la desaparición como organización.
Ponga a su empresa de pié y busque denodadamente cambiar, mejorar, innovar, generar nuevas alternativas de servicio, nuevos productos, nuevos clientes y mercados; muévase y haga que toda su organización así lo haga.
Considérelo y si tiene alguna duda sobre este u otro tema no deje de escribirme a dcasais@dhcconsultores.com y le responderé a la brevedad.