Vivimos en la era con más problemas, incertidumbres, cambios, cifras de paro astronómicas, corrupción, terrorismo, morbo en los medios de comunicación, el ser humano está agotado. Por otro lado, se impone como estado natural el ser optimista.
Como la sonrisa como el optimismo no se puede fingir. Y si se hace se nota, lo notan. El doctor Luis Rojas Marcos habla del optimismo inteligente.El optimismo es rentable, afirma. El optimista es más perseverante, lo intenta más veces y eso hace que llegue más lejos. ¿Sería raro incluir este término entonces en nuestros currículums?
La figura del optimista está distorsionada. Va más allá de ir con la sonrisa puesta todo el día y creer firmemente que la vida es maravillosa siempre, todos los días, pase lo que pase. El optimismo ha de ser una combinación de perseverancia mezclado con unas gotas de realismo.
El pesimista, ante cualquier adversidad abandona cualquier proyecto cumpliéndose sus pronósticos derrotistas. Isaac Singer lo resumía en esta frase: “Si continúas diciendo que las cosas van a ir mal tienes buenas probabilidades de convertirte en un profeta”.
Si nos encontramos en una búsqueda de empleo, en unas circunstancias desfavorables si ya lo tenemos, podemos hacer dos cosas: instalarnos en la queja continua y no dar un paso al frente y sí dos atrás.
Según las palabras del Doctor Marcos: «el optimismo se refleja en cómo vemos el presente. La persona optimista ante una situación de crisis o adversidad tiende a pensar que no va a durar eternamente y que él no es el responsable exclusivo de esa situación.»
Si trasladamos esa reflexión a un ejemplo concreto. Una persona acaba de encontrar trabajo. Está relacionado con lo que sabe, le gusta y le apasiona. No tiene un contrato, se ha tenido que dar de alta como autónomo, pagar mucho, cobra poco, vive lejos de su familia y le quedan limpios unos trescientos euros.
¿Debería dejarlo? ¿Es suficiente con ser optimista en esta situación? Él prefiere quedarse. En el empleo, en la nueva ciudad, siendo autónomo por una razón: antes no tenía nada. Sólo el paro y una incertidumbre sobre su futuro. Ahora está haciendo amistades ¿ha tomado la mejor decisión?
Helen Keller en Optimismo (1903), escribe: “Ningún pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, ni ha navegado por mares desconocidos, ni ha abierto una puerta al espíritu humano”.
Sigamos practicando el optimismo, y si en nuestros genes esa predisposición a ver el lado amable de la vida no aparece, ensayemos, porque en nuestro día a día como en el terreno laboral, mejor será llevar las adversidades con un mejor talante, que viendo todo lo que nos rodea negro y sin futuro.