Para la exitosa escritora Kate White, ser un buen líder en ocasiones implica recurrir a conductas de un mal jefe. Aquí tres conductas ‘inapropiadas’ que se deben seguir de vez en cuando.
Si usted está en un cargo de dirección o quizás planea alcanzarlo pronto, es seguro que ha pensado bastante sobre las características esenciales de un gran líder, afirma Kate White en el siguiente artículo publicado por LinkedIn.
Tengo una lista mental de lo que considero son esas cualidades, y estas no surgen de libros que he leído, sino de los líderes con quienes he trabajado.
Aunque tuve algunos jefes malos durante mi carrera, en su mayoría he tenido suerte al trabajar para hombres y mujeres verdaderamente magníficos, de quienes acabé aprendiendo un montón. Todos eran valientes, decididos, visionarios, leales, intuitivos y, en general, sabían escuchar.
Pero hace poco, mientras recordaba a esas personas y analizaba mi propia carrera también, me di cuenta de que ser un buen líder en ocasiones implica recurrir a conductas de un mal jefe. No me refiero a lanzar un teléfono celular a la cabeza de un subordinado, sino a elegir a veces no seguir una regla de las páginas del “Manual del Mejor Jefe”.
Siempre con moderación, un poco de mal comportamiento puede ser bueno para las personas bajo su mando. A continuación, tres conductas de malos jefes que se deben seguir de vez en cuando.
1. A veces mostrar lo enojado que está.
Nadie quiere rendir cuentas a un líder que siempre está renegando, criticando, o peor aún, gritando por cualquier cosa. Cuando reflexiono sobre los mejores jefes que he conocido, ellos casi siempre mantuvieron la cabeza fría, y si un empleado cometía un grave error, por lo general, explicaban sus preocupaciones de forma racional.
Pero de vez en cuando dejaban que sus frustraciones salgan a la luz.
Todavía recuerdo la primera vez que un querido jefe me llamó la atención con severidad por un error que cometí. Yo había hecho algo que iba en contra de una de las reglas del departamento editorial, y me gritó por eso. Si bien acepté la responsabilidad, me parecía que su crítica era injusta. Ni siquiera sabía que existía dicha regla.
Pero pasada la vergüenza por el incidente, que me duró casi cuatro días, había aprendido una lección importante de esa experiencia. Tal vez yo ignoraba la regla, pero me di cuenta de que si hubiera pensado mejor las cosas el día que cometí el error, probablemente me habría dado cuenta que estaba haciendo algo mal y me hubiese detenido en el momento.
Mostrar su irritación puede ayudar a mantener a los empleados en estado de alerta. Esto les recuerda que lo más inteligente es preguntarse con regularidad: “¿Cómo reaccionará mi jefe a lo que estoy haciendo ahora?” Y solo entonces pueden proceder como corresponde.
2. No siempre explicar sus decisiones.
Me sentí muy halagada cuando una persona con quien trabajé antes de que se convirtiera en editor en jefe dijo en un artículo que trabajar para mí era como ir al ‘campo de entrenamiento para editores’. Siempre quise que mis subordinados directos aprendieran de mí, así que a menudo compartía mi razonamiento detrás de cada decisión, por ejemplo, ¿por qué había elegido tal titular y no el otro?
Pero un jefe no siempre está obligado a explicar o justificar una decisión. Contenerse, sobre todo si es un nuevo líder, demuestra que a pesar de lo justo que es, usted todavía está al mando y no todo está abierto a discusión. Además, no ofrecer siempre una explicación puede mantener a los empleados curiosos en el buen sentido. Un tiempo trabajé para una mujer que no explicaba sus decisiones y esto siempre me hacía pensar que todavía tenía mucho que aprender de ella.
3. A veces cambiar completamente de opinión.
Los grandes jefes tienden a actuar con decisión y seguir con sus elecciones. Pero algunos de mis mejores jefes a veces cambiaban de opinión, modificando drásticamente una acción que ya se encontraba en proceso.
Este tipo de comportamiento, aunque frustrante en ese momento, me ayudó a entender que los líderes están al tanto de información proveniente de una variedad de fuentes a las que los subordinados no siempre tienen acceso, y esos datos pueden obligarlos a cambiar de curso.
Hay algo más, también. Creo que cambiar de dirección de vez en cuando promueve la creatividad entre los empleados. Ellos aprenderán que es importante no asumir que pueden leer la mente del jefe, y que es clave siempre tener otras ideas bajo la manga.
Vía: gestion.pe.