Se ha perdido el equilibrio entre las partes en el Mercosur. Brasil es un líder que impone su política a los socios menores sin moverse un ápice de su proyecto individual. Brasil es el socio más poderoso y, en el presente, más viable: pero no está más adelantado en su desarrollo político, económico y social. Su Producto Bruto Interno (PBI) per cápita, su distribución del ingreso y su educación promedio no sobresalen.
Es muy factible que sus instituciones y reglas de juego internas no resulten las más adecuadas para el resto. En este sentido, tanto la situación de Argentina como la de Uruguay se parece por momentos más a la de Hong Kong (que debe integrarse a China), que a la de éxico (asociado a los Estados Unidos y Canadá).
Mientras Hong Kong se introduce en un oscuro tunel, México encuentra la luz, adoptando reglas que favorecen su economía. Brasil compartió su liderazgo con la Argentina en los ’90. Hubo políticas comunes, que encuadraban razonablemente en el contexto del modelo argentino de desregulación, apertura y globalización.
Ciertos capítulos, por errores en la política argentina o por imposición brasileña, quedaron excluidos. Por ejemplo, sin ir más lejos, el régimen automotor. En materia de zonas francas, la decisión 12/94 comenzó a dejar de lado la idea inicial de desmantelar los sistemas de privilegios y distorsiones, como las áreas especiales de Manaos y Tierra del Fuego.
Por esa norma garantizó, tanto a Tierra del Fuego como a Manaos, su suupervivencia hasta 2013 y limitó severamente a las zonas de estilo uruguayo, con mecanismos de mayor apertura. Brasil no le interesaba esa metodología, que goza de prestigio en los Estados Unidos, Irlanda, Taiwan y otros países de rápido crecimiento.
Las razones de la Argentina son menos obvias. Aún no había zonas francas, pero un decreto había comenzado a abrir el paso para la de La Plata, y se debatía la ley 24.331 en el Congreso, que amenazaba tomar aristas inmanejables. Para el Ejecutivo argentino, ponerle un cepo a la iniciativa, además de atender un reclamo de ciertos sectores empresariales, parecía un negocio político. Actualmente, las cosas han cambiado.
La situación de debilidad relativa de Brasil se revirtió y este país conduce el proceso sin modelos alternativos a la vista. Brasil ve a las zonas francas de la legislación uruguaya y argentina como una amenaza para la fortaleza económica en la que es claro dominador.
En cambio, Manaos, que tiene los defectos atribuidos a las zonas francas y más, es una prioridad. Como consecuencia, está imponiendo a los tres países restantes su esquema y los demás parecen haber consentido en eliminar las más eficientes instituciones que habían desarrollado. En Manaos, no sólo la mercadería extranjera ingresa libre de aranceles para consumo, industrialización y producción.
Una vez procesada, se importa desde Brasil o la Argentina sin pagar gravámenes, incluyendo el material de embalaje. A este «beneficio» se suma una amplia gama de exenciones impositivas (ganancias, indirectos, tasas locales) y apoyo financiero. Manaos está ubicado en la porción más cercana al hemisferio desarrollado y e régimen abarca el 28% de la superficie de Brasil. Y cuenta con puertos y mano de obra abundante y barata. Sus ventas industriales agregadas superan los U$S 10.000 millones y crecen rápidamente.
Alberga el mayor centro de producción industrial de América del Sur en rubros como aparatos eléctricos y electrónicos, relojes, motos, jarabes para gaseosas o afeitadoras. Algunas firmas radicadas en la Argentina o en zonas francas del Uruguay se trasladaron a Manaos o tienen planes para hacerlo.
De prosperar la iniciativa brasileña en el Mercosur, tal como parece anunciar la decisión 31/00-CMC, Manaos se consolidará a pesar de sus discutibles incentivos. Esto, sin lugar a dudas, esa competencia desleal afectará a las compañías instaladas en el seno del Mercosur, en tanto que las neutrales zonas uruguayas y argentinas, que podrían contribuir a elevar la competitividad, se fatigarán tratando de competir con Manaos.