Ante los requisitos mundiales, el país deberá diferenciar los cultivos genéticamente modificados de los que no lo son, un proceso que demandaría unos 200 millones de dólares.
Los países de la Unión Europea, pero también India y varias naciones africanas se están poniendo cada vez más estrictos a la hora de comprar productos agrícolas argentinos de origen transgénico. Reclaman que se identifiquen los cultivos que han sido modificados genéticamente, algo que no se hace aquí ya que este tipo de productos se mezcla con los que no lo son y pasan por los mismos silos, barcos y trenes.
El embajador Raúl Estrada Oyuela, representante especial para el Medio Ambiente de la Cancillería, piensa que «distinguir a los transgénicos de aquellos que no lo son es conveniente para lograr mejores precios en el futuro». En el caso de la soja, hay muy poco por hacer: el 95 % de la exportación argentina de este cultivo es de origen transgénico. Pero el maíz sí es susceptible de ser identificado, ya que cerca de 25 % de los envíos al exterior son cultivos realizados con semillas genéticamente modificadas. «Si no logramos diferenciar el maíz, algunos países con preferencias muy específicas podrían no recibirlo; Europa y Africa están siendo estrictos con este tema», explica Estrada Oyuela.
El año pasado la Argentina exportó 10,7 millones de toneladas de maíz sobre una producción de 16,8 millones de toneladas (64 % del total), y generó ingresos por 1.000 millones de dólares. Gustavo Idígoras, director de Relaciones Internacionales de la Secretaría de Agricultura, también opina que a nivel mundial «se están poniendo estrictos en la trazabilidad, es decir, que se pueda identificar en una etiqueta qué clase de semilla se utiliza, en qué campo se cosecha y cómo viaja ese producto».
Según un estudio que realizó Agricultura, semejante sistema de identificación de cultivos demandaría una inversión privada de 200 millones de dólares en instalación de silos y transporte diferencial . Pero, aclara Idígoras, no es este desembolso lo que permitiría una correcta identificación de los cultivos. Argentina en este tema no es poner una simple etiqueta sino confiar en la seriedad de nuestros organismos verificadores como la Comisión Nacional Asesora en Biotecnología Agropecuaria (Conabia)», asegura el especialista.
A su vez, Víctor Castro, gerente de la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA) piensa que el país «no está lejos de poder brindar la información diferenciada de los productos transgénicos».
Al respecto, un alto directivo de una de las más importantes exportadoras argentinas de cereales, aseguró: «Nosé si se le cerrarán mercados a la Argentina por no diferenciar sus transgénicos pero, en el caso del maíz, está claro que obtendremos mejores precios en el exterior si se garantiza un sistema de trazabilidad». Como ejemplo están Japón y España, los principales compradores de maíz no transgénicos argentino, que pagan un sobreprecio por la certificación de que el cereal no ha sido modificado genéticamente.
Confiabilidad
Marcelo Pais, director de Comunicaciones del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (Mapo), que agrupa a productores, exportadores, científicos y técnicos orgánicos del país, cuenta que «en Europa y Estados Unidos se está dudando cada vez más sobre la confiabilidad del maíz argentino». Pais comenta que identificar los cultivos transgénicos incrementa enormemente los costos de toda la cadena de producción. «Hicimos una presentación judicial pidiendo que se prohiba la siembra de maíz transgénico», confía.
Más allá de esta propuesta, queda claro que productores, exportadores y organismos de control tendrán que empezar a preocuparse por identificar transgénicos si quieren conseguir mejores precios por sus cultivos.