En los cargos de decisión y comando, el Yôga, al controlar el estrés, redujo los índices de agotamiento, cansancio, úlceras, gastritis, presión alta, infarto, jaqueca e insomnio.
En el personal de oficina, al combatir el sedentarismo, eliminó dolores de espalda, corrigió algunos problemas de columna, somnolencia después del almuerzo e irritabilidad que complicaba las relaciones humanas entre los funcionarios y dificultaba el funcionamiento de la máquina administrativa.
Entre los obreros, aumentó la productividad en cerca de un 30%, pues oxigenó sus cerebros y les proporcionó más concentración, lo que redujo los errores operacionales y los accidentes casi a cero. En todos los niveles se observó una reducción considerable en el ausentismo por motivos de salud. Sólo de gripes, por ejemplo, las ausencias cayeron a menos de la mitad.
En conjunto, las técnicas preconizadas por el Yôga aumentan la calidad y la expectativa de vida, proporcionando un notable rejuvenecimiento por aumento de vitalidad, energía sexual y salud generalizada. Constituye el recurso más biológico creado por el ser humano.
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