En tiempos en donde la libertad financiera, el éxito y la acumulación de riquezas parecen ser vistas como la nueva meca a seguir, el horizonte o el norte al cual apuntar nuestros mayores esfuerzos, y en donde cientos de miles de recetas prometen resultados milagrosos de vertiginoso ascenso económico, me permito volver unos pasos hacia atrás y reflexionar brevemente sobre un componente que considero básico a la hora de buscar el “paraíso” del éxito eterno.
El entusiasmo. Ese concepto injustamente asociado a estados transitorios de exaltación casi adolescente, es el que según la Real Academia Española en su segunda acepción define como “Adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño” y el que según mi criterio tanto empleadores como empleados deberían retomar con firmeza y potenciar a fin de poder transitar el camino que los lleve al paraíso anhelado.
Los empleadores, entendiendo por ellos a todos aquellos que tienen la responsabilidad de coordinar grupos de personas en ámbitos laborales, deberían ser los primeros en estar atentos al nivel de entusiasmo de sus equipos, y no me refiero a la artificial pantomima de la exaltación continua con brazos levantados, gargantas desbordadas y palmas enrojecidas sino mas bien a la palabra justa, al gesto preciso en el momento indicado que ayude al empleado a no olvidar “la causa” y a no descuidar el impacto positivo que dicha causa le provea a su vida personal. Un supervisor, jefe, gerente o director que desee lograr altos estándares de desempeño de sus equipos deberá indefectiblemente prestar certera atención al concepto de entusiasmo, entendiendo que lejos de ser una idea “empaquetable” y vendible ha de ser una estrategia de abordaje individual en pos de lograr los objetivos prefijados de manera sobresaliente.
A los empleados en tanto, lejos de mantener una posición pasiva a la espera de que alguien los “entusiasme” me permito recordarles que el paraíso como tal es un lugar individual, me refiero a la idea de que “al paraíso se entra y se sale solo” por lo tanto estimo que la forma de recorrer el camino que nos separa de él ha de ser, por ende, de una extrema responsabilidad individual.
¿Tu trabajo te entusiasma? Si? Adelante! Redobla los esfuerzos mejora tus estrategias, optimiza tus esfuerzos!…ya estás viviendo tu paraíso, si la respuesta fue NO…me pregunto… ¿Cómo piensas lograr entrar en tu paraíso?, ¿De dónde sacarás la fuerza para sobreponerte a todas las complicaciones que la diaria realidad te imponga?, ¿Quién de afuera podría llegar a decirte algo que realmente te entusiasme? Difícil verdad?
Definitivamente el entusiasmo que logres generar en tu acciones diarias serán las que te permitan ir recorriendo los senderos que te acercarán a los más profundos sueños, de allí que podemos decir sin temor a equivocarnos que SIN ENTUSIASMO NO HAY PARAISO!